domingo, 4 de marzo de 2012

Orientaciones en el ámbito familiar

Después de que la familia es informada de que su hijo sufre una discapacidad intelectual, empiezan a surgir todo tipo de dudas y preguntas, sobre todo acerca de las consecuencias de este trastorno y de las estrategias y pautas de actuación más eficaces.

Las personas con discapacidad intelectual son conscientes de la dificultad social que les caracteriza ya que, aunque están muy interesados en relacionarse con los demás y desean tener amigos, no saben cómo hacerlo.



Orientaciones a los padres
La labor de los padres es crucial para ayudar a su hijo a entender lo que le ocurre y al mundo en el que vive:
  • Explicar al hijo el problema. Cuando el niño alcanza cierta edad, antes de llegar a la adolescencia, es conveniente que se le explique lo que le está ocurriendo, cuáles son sus mayores dificultades y hacerle ver que también tiene grandes cualidades y aptitudes.
  • Explicarles bien las cosas. Es conveniente utilizar instrucciones simples a la hora de explicarles algo para que sea más entendible para ellos. Es muy útil subdividir las tareas en otras más simples y utilizar los dibujos en las explicaciones.
  • Explicarles y enseñarles a modular el tono de voz, a mirar a la cara cuando hablen con alguien y alabarles por ello.
  • Enseñarles a  "esperar su turno" y ponerles ejemplos de situaciones en las hay que hacerlo: juegos, colas de las tiendas, en casa, etc. También deben aprender las diferencias entre los lugares públicos y privados, que hay cosas que sólo se hacen en privado y que en público hay que guardar las formas.
  • Advertirles con tiempo de los cambios de planes. Cuando haya cambios de planes, hay que prepararlos y advertirlos con anticipación. Hay que ayudarles a entender que las cosas pueden cambiar y no siempre se les va a poder avisar. No obstante, siempre que sea posible se le deben evitar estos cambios y sorpresas e intentar mantener sus rutinas y proporcionarles un ambiente predecible y seguro.
  • Enseñarles a ser autosuficientes. Se debe trabajar con ellos todo aquello que en el futuro les facilite llevar una vida independiente y enseñarles habilidades de autosuficiencia: que aprendan a comprar solos, a manejar el dinero, ir al supermercado, manejar el teléfono, etc.
  • En la medida de lo posible hay que ayudarles a superar el miedo a lo desconocido (cuando vayan por primera vez al colegio, cuando se enfrenten a profesores y amigos nuevos, cuando vayan de campamento, etc). Los padres deben prepararlos y si es posible exponerlos previamente a esas situaciones nuevas para mejorar su integración.

Los padres deben saber que sus hijos van a necesitar mucha ayuda y paciencia y sobre todo los niños deben saber que sus padres los quieren y los quieren como son. Es conveniente reforzarles, alabarles y explicarles las cosas de las que se sienten orgullosos.



Tanto las primeras relaciones de apego como el posterior estilo educativo de los padres son elementos que modulan el desarrollo efectivo y social del niño. Factores como el grado de madurez exigido, la consistencia en la comunicación, la manifestaciones de afecto, etc., influyen directamente en este desarrollo. 
Un estilo democrático por parte de los padres parece favorecer el desarrollo de competencias sociales en los hijos, les ayudan a ser más responsables e independientes y a tener un mayor nivel de autoestima. Asimismo, poseen más estrategias de resolución de problemas interpersonales.



En otro orden de cosas, es importante tener en cuenta el grado en qué los padres aceptan las limitaciones de su hijo. Este aspecto sumamente complejo y dinámico, puede condicionar sutilmente las formas de relación con el hijo/a , provocando actitudes que oscilen desde un claro rechazo hasta otras de sobreprotección compensadora.
Esta actitud sobreprotectora puede limitar las experiencias sociales del niño o niña por miedo a posibles peligros, a que no sea capaz de arreglárselas por sí mismo/a, etc.



Recordemos que la principal vía de aprendizaje y la más significativa es la propia experimentación. El niño y el adolescente necesita vivir las aventuras propias de su etapa vital, poner en práctica habilidades cada vez más complejas y, por supuesto, aprender de sus propios errores.
La no aceptación de las limitaciones del hijo con retraso mental, pueden llevar a los padres a crear expectativas desmedidas ante las cuales el niño se encuentre desbordado y aparezca un sentimiento de infravaloración.
Por tanto, si importantes son las expectativas que el propio niño o adolescente tiene sobre sí mismo, no menos importantes son las que sus padres, como figuras significativas, depositan en él. Si los padres se fijan únicamente en las dificultades e interpretan su discapacidad intelectual como una condición limitante a todos los niveles y dimensiones, el niño acabará plegándose a esta percepción. En esta situación, el niño puede desarrollar sentimientos negativos y hostiles hacia sí mismo y también hacia sus propios progenitores.



Por último, debemos mencionar la importancia de que los padres manejen adecuadamente los premios y castigos para regular la conducta social de sus hijos. En ocasiones, una mala administración de los refuerzos puede provocar precisamente el efecto contrario, esto es, que aumente la frecuencia de la conducta no deseada.
Ejemplos de estas situaciones forman parte de las rutinas diarias: niños que no saben esperar su turno, interrumpen conversaciones de los demás, mantienen conductas para llamar la atención o no respetan las normas de cortesía más básicas y elementales. A veces, algunos padres pueden llegar a disculpar estas conductas atribuyéndolas a la discapacidad. Sin embargo, con cierta frecuencia estas conductas se deben más al entorno a que su discapacidad.
De todo lo dicho se deduce la importancia de mantener unas normas claras y precisas que le ayuden al niño a regular su conducta social, a asimilar lo que es adecuado en cada situación y a saber que de su propia conducta se derivan una serie de consecuencias positivas y negativas.








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